TEOLOGÍA Y CREATIVIDAD de Vicente Tur Palau julio 2, 2019 – Publicado en: Autores

 

Hablar de “creatividad” parece ser algo más propio del mundo del arte que de la teología. ¿Qué tiene que ver la creatividad con la teología? De ello nos habla Vicente Tur Palau, a quien entrevistamos, en su libro Teología y creatividad, que es el trabajo con el que obtuvo su doctorado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Vicente, ¿por qué elegiste precisamente este tema para tu tesis doctoral?

Gracias en primer lugar por vuestro interés. Las tesis tienen a veces una historia enrevesada. En mi caso el proyecto inicial era estudiar este tema en un autor concreto, Adolphe Gesché, pero pronto me di cuenta de que la cuestión se me iba más allá del autor, así que al final decidí abordarlo de otro modo. ¿Por qué la creatividad en concreto? El tema siempre me ha apasionado, no solamente por cultivarlo personalmente, sino porque me parece alucinante que tengamos (o que tenga el universo entero) esta capacidad de hacer surgir realidades que no estaban antes, y que añaden valor y novedad. ¿Y por qué en teología? Me parecía un desafío. Por ejemplo, a primer golpe de vista, quizá algo superficial, la teología parece decir: «En nuestra disciplina no hay que inventar nada; hay que proteger y custodiar la verdad, que ya tenemos y que además hemos recibido, no es un invento nuestro». ¿Cómo combinas eso con la creatividad?

Es cierto que el uso de los términos “creatividad” y “creativo” se han ampliado más allá del mundo del arte y en muchos sectores podemos toparnos con estos vocablos. ¿Crees que es una moda lingüística más o realmente sabemos de lo que hablamos cuando empleamos estos términos?

Bueno, puede ser que alguno se suba al carro de los términos porque «están de moda». Pero sí que es verdad que todos tenemos una cierta idea bastante aproximada de lo que es la creatividad o de qué significa hacer algo de forma creativa (otra cosa es que sepamos cómo hacerlo). Por supuesto, a esta noción «informal» se han añadido grandes cantidades de investigación técnica en los últimos años, que nos hacen conocer un poco mejor este fenómeno.

[Por otra parte, nuestro mundo está quizá más que nunca inundado de talento creativo: en ciencia, en tecnología, en cualquier tipo de arte. O sea, conocemos la creatividad en acto. Se ha generado una cultura con una gran competitividad creativa, y la gente va ávida de novedades. Eso también puede hacer difícil la transmisión o el impacto de un mensaje si no va revestido de un ropaje creativo. Por supuesto, el riesgo es traicionar el mensaje, o superficializarlo].

¿Consideras que la creatividad es un don, una virtud que algunos poseen, o una tarea a la que todos estamos llamados?

Es verdad que lo primero que llamó la atención es que algunas personas parecían más creativas que otras. Pero también surgieron pronto voces que defendieron una creatividad más «cotidiana» (incluso algunos dijeron que no es posible la autorrealización de nadie sin la creatividad). Ya que la creatividad es la capacidad de hacer surgir algo a la vez nuevo y valioso, todo dependerá del punto de referencia. Algo puede ser nuevo porque nadie en la historia de la humanidad lo había pensado: esa es una creatividad extraordinaria, la que solemos adjudicar a los grandes genios. Pero algo puede ser nuevo también porque yo jamás lo había pensado —aunque otros sí—, y en ese caso hablamos de una creatividad más modesta; pero creatividad al fin y al cabo.

Lo que el trabajo me ha llevado finalmente a defender es que la creatividad no es algo que se posee, sino que es el modo natural en que funciona todo. Todo son procesos creativos que van hacia el surgimiento de cosas nuevas y valiosas. Lo que ocurre es que ese proceso, que funciona en todo el universo y también en nuestro ser íntimo, puede ser acelerado o ralentizado o incluso detenido por muchos factores. Por cierto, algunos de esos factores son destrezas que pueden aprenderse o cultivarse.

Nombrabas anteriormente a Adolphe Gesché, doctor y profesor en la universidad de Lovaina, que supo dialogar con sus contemporáneos y reflexionar sobre la teología en general y sus verdades en particular. A voz de pronto, ¿podrías decirme algún otro teólogo, que hayas conocido a lo largo de tus años de estudio, del que podamos decir que es un teólogo creativo?

Uy, qué difícil. En principio diría que todos los grandes teólogos han sido terriblemente creativos. Pero como los estudiamos como parte de “la tradición”, sus ideas nos parecen antiguas, quizá. Pero el esfuerzo que hizo santo Tomás, por ejemplo, para dialogar con el aristotelismo, es alucinante. Me impresiona también la cantidad de respuestas que tiene san Agustín a preguntas que sus contemporáneos ni se habían hecho (y es que hacer las preguntas correctas es uno de los grandes recursos de la creatividad). También es digno de admiración el esfuerzo que se ha hecho por dialogar con la modernidad. Produce gran respeto la gran época del concilio: Rahner, de Lubac, Congar, son grandísimas figuras. Hacer una lista de autores contemporáneos es muy injusto, porque te dejas a gente imprescindible, y sobre todo muestras tu ignorancia de lo que quizá deberías conocer. Pero, con Gesché, me animo a citar a G. Greshake.

¿Crees que los teólogos, en general, sois conscientes de la necesidad de presentar el Logos de forma creativa y atractiva?

Creo que lo son (lo somos). Claro que también hay muchos muy conscientes de la necesidad de ser respetuosos con lo que hemos recibido, porque ser creativo no es romperlo todo. El estudio me lleva a pensar que la creatividad suele producirse en los chispazos que vienen de los contactos entre realidades distintas. Normalmente será más difícil ser creativo en un ambiente cerrado y sin contactos, donde se enrarece el aire que se respira. Allí, las palabras pueden convertirse en un bucle repetitivo. En cambio, leer y tener contactos fuera del campo de la propia especialidad suele ser muy desafiante, porque luego necesitas integrar todas esas ideas en tus propios esquemas. Por supuesto, no se puede saber de todo: ciencia, tecnología, arte, historia, etc. Pero creo que es un buen consejo para el teólogo (al menos en disciplinas como la teología fundamental) que tenga la curiosidad de formarse en otros campos además de la teología (y que lea a otros teólogos que ya están haciendo ese camino de contacto y diálogo).

Otros dirán (y tendrán razón) que es igual de importante estar muy bien formado en el propio campo. También lo dicen los estudios: es difícil ser creativo en un campo que no se domina bien. ¿Cómo vas a llegar a los límites de tu disciplina si no la conoces?

Todos, cuando escribimos, tenemos un capítulo, un epígrafe al que dedicamos más tiempo que a otros en su redacción o bien que recoge y condensa todo lo que queremos transmitir a los demás. Es algo así como nuestro tesoro, nuestra aportación al mundo. ¿Dónde podemos encontrar tu tesoro en este libro que titulas Teología y creatividad?

Otra pregunta muy difícil para mí. Algún compañero me ha hecho el gran aprecio de calificar el libro como una “mina”, es decir, que siempre puedes escarbar para ir encontrando cosas. Tiene varios niveles de lectura. De hecho, hay muchas notas al pie tan densas como el texto (a algunos esto no les apasiona, lo entiendo). Pensé que quizá así era más fácil no perder de vista el hilo general y a dónde conduce, pero en casi cada frase se me ocurría un pensamiento que abre la puerta a seguir la reflexión por otro camino paralelo.

También dependerá del lector. El primer capítulo es el “menos mío”, también es el más breve. Pero luego cada capítulo puede ser más interesante para unos o para otros. A quien le interesen las cuestiones de ciencia y fe quizá le guste el capítulo segundo, a quien esté interesado por la espiritualidad y el papel del cristianismo en los distintos paradigmas religiosos podrán gustarle más los capítulos tercero y cuarto. El capítulo quinto aborda temas que considero muy interesantes sobre la creación, el alma, la gracia (por tanto también pueden interesar tangencialmente a los amigos del diálogo católico-luterano). En todos esos temas creo proponer algo que yo al menos no había leído antes, y por eso puede ser interesante que lo reflexionemos juntos autor y lectores.

Y a nivel más pastoral para aquellos que sin ser teólogos tienen el deseo de innovar en sus comunidades de fe para llegar a la población más joven o a los más alejados. Todas las innovaciones que vamos viendo que se van metiendo en nuestras comunidades católicas, ¿podemos decir que son creativas?

Hay que comenzar por decir que ser creativo no es necesariamente inventar la rueda cuando está inventada. Es una estrategia muy creativa aprender lo que se está haciendo en otras partes y está funcionando. Es creativo porque será necesario comprender bien por qué y cómo funciona lo que funciona, para poder adaptarlo a ambientes distintos a los del lugar donde ha surgido, y para poder responder con agilidad cuando se produzcan cambios que alteren las circunstancias.

Desde el punto de vista de la teología solamente diré que sí puede haber una tentación de simplificar los problemas. Es verdad que un primer anuncio, por ejemplo, ha de ser claro y no puede perderse en determinados matices. Pero también es cierto que hay gente en nuestro mundo tremendamente preparada, y que una innovación pastoral que no tenga en cuenta también el desafío del pensamiento, de la reflexión, puede ser atractiva para algunos pero decepcionar a otros.

Quizá alguno no esté de acuerdo, pero me parece importante la prioridad. No es que estemos preocupados por ser atractivos, y que eso nos lleve a ver en qué problemas hay que centrarse (¿algo de eso hacen los partidos políticos?). Más bien es que estamos verdaderamente preocupados por el ser humano y su profundidad, y eso resulta (ha de resultar) tremendamente atractivo.

Si el objeto y el sujeto de la teología es Dios mismo, y en la Sagrada Escritura vemos que es eternamente creativo, se me ocurre preguntarte lo siguiente: si la Trascendencia es creativa, ¿por qué los teólogos y los agentes de pastoral somos tan reticentes a serlo?

Efectivamente, Dios es el ser creativo por excelencia, nunca se agota su capacidad de dar más de sí, de sacar de sí mismo lo impensado y casi lo impensable. No solamente puede sacar el ser de la nada, sino que (más increíblemente todavía) puede sacar la vida de la muerte y del pecado.

¿Los teólogos y los agentes de pastoral son poco creativos? No sé si diría tanto. Pero sí diré que las “reticencias” son parte del proceso de la creatividad. Cuando surge una idea o esquema nuevo, surge también la ilusión por llevarlo a cabo y contrastarlo una y otra vez. Sin esta parte del proceso solamente estaríamos saltando de una ocurrencia a otra, nunca comprenderíamos bien el funcionamiento de nuestros esquemas. De algún modo estamos programados para ser bastante “conservadores” con ellos (romperlos porque sí no nos asegura que vayamos a encontrar otros mejores). Y este “conservadurismo” es paradójicamente un ingrediente de creatividad, porque nos ayuda a llegar a los límites, ese punto donde sí, se volverá patente que necesitamos un salto de novedad. El otro ingrediente, claro, es la capacidad de jugar, de arriesgarse a pensar lo que no había sido pensado, de combinar las cosas de un modo en que no habían sido combinadas.

El problema por tanto no es ser “conservador”, sino ser conservador compulsivo, es decir, inmune a toda falsación. Repetir los esquemas pero impidiendo que entren esas minúsculas precisiones que lo modifican cada vez y le hacen avanzar hacia sus límites. El problema es también renunciar al otro ingrediente de la creatividad: el juego, el riesgo, el dejarnos desafiar, el gusto por probar. Puede que ese ingrediente despierte miedo o sospecha, como si nos alejara de una verdad plena y definitiva. Pero pensémoslo de otro modo: ¿y si en cambio nos acerca más al Dios que es pura novedad siempre mayor, pura capacidad de dar de sí, puro juego creativo —y del que decimos que estamos hechos a su imagen—?

Gracias, Vicente, por este trabajo que nos has presentado. Confiamos que tu labor contribuya a que teólogos, agentes de pastoral y, en general, todo cristiano, nos asemejemos más al eternamente creativo que es Dios.

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